Todos
los cuentos místico Zen, traen consigo una enseñanza profunda, el siguiente es
un ejemplo de ello: “Un gran Maestro llegó
a un pueblo a dar charlas a sus futuros discípulos, pero antes quería saber si
estaban preparados para recibir su enseñanza.
Una
vez junto a ellos, les preguntó: — ¿Saben de qué voy a hablarles?
—
No respondieron al unísono.
—
Entonces, –dijo el Maestro– me retiraré hasta que ustedes sepan de qué voy a
hablarles.
Al
siguiente día el Maestro volvió a verlos y nuevamente les preguntó:
—
¿Saben ahora de qué voy a hablarles?
—
¡Si Maestro!, luego de habernos reunidos y por las referencias de otros pueblos
ya sabemos de qué va a hablarnos.
—
Entonces, –dijo el Maestro–, si ya saben, me retiro.
Desconcertados
los discípulos no sabían que hacer y estuvieron meditando todo el día para ver
que respuesta le daban al Maestro. Al otro día el Maestro volvió a preguntar:
—
¿Ya saben de qué voy a hablarles?
—
Si Maestro, –dijeron los discípulos– pero no nos ponemos de acuerdo, la mitad
si sabe, pero la otra no.
—
Entonces, –dijo el Maestro–, que la mitad de ustedes le enseñe a la otra mitad,
y acto seguido se retiró.
Al
cuarto día, nuevamente el Maestro llegó y preguntó:
—
¿Ya saben de qué voy a hablarles?
Nadie
respondió, estaban en profunda meditación. Entonces el Maestro meditó junto a
ellos.”1
Cuando
meditas, te ensimismas en el poder y en el valor del silencio, que te ayuda a
entender que hay una historia dentro de cada individuo, te auxilia para tirar
lastre, liberándote de las innecesarias cargas emocionales negativas, –odios,
rencores, resentimientos, miedo al fracaso– que sólo impiden que construyas una
visión positiva del presente y que tus sueños levanten vuelo.
Cuando
el dolor o la adversidad llegan, meditar te conduce a dialogar contigo mismo,
te compenetra en el misterio de la vida, es un remedio infalible, que
invariablemente te lleva al encuentro con tu esencia intima aun inexplorada,
por estar atrapado en el estrés y las prisas que la modernidad trae consigo.
Meditar,
te muestra el camino de la autorealización, en el que se te revela la verdad;
es vitamina pura para tu alma, que tiene la virtud de dar luz y fortaleza a tu
ser, dotándote de la inspiración suficiente, para que se eleve más allá de tus
límites.
Para
el Filósofo de Güémez, meditar es centrarte en la esencia de la vida; es vaciar
tu mente de dudas y temores, para gozar el encuentro con tu Maestro Interior,
es aligerar la carga de tu conciencia, un puente saludable entre el cielo y la
tierra, que te invita a autotransformarte y accesar a otra dimensión que te
hace “Rápido para escuchar, ágil para reflexionar, pausado para hablar y lento
para enojarte”.
Meditar
te recuerda quién eres; purifica tu ser; alinea mente-cuerpo y alma con el
universo, llevándote a sacar a relucir las reservas de energía positiva que hay
en tu conciencia Divina; te hace humilde; vacía tu mente intuitiva y profunda,
para encontrarte con la autorealización personal y conducirte por el camino de
la sabiduría.
“Había
una vez un viejito que necesitaba un trasplante de corazón, cuando estaba en el
quirófano, el doctor le dio buenas noticias:
—
Hay tres corazones para su trasplante. Uno es de un piloto que no tenía vicio
alguno. Otro es de un atleta que tenía buena salud. El tercero es de un abogado
que llevaba una vida licenciosa y desenfrenada, diariamente bebía y fumaba
mucho, se pasaba días en no ir a su casa por las parrandas, estafaba a sus
clientes, era muy sinvergüenza, mujeriego, parrandero, jugador y no gozaba de
buena salud.
El
viejecito, después de meditar un rato, eligió el del abogado. El doctor
sorprendido le pregunta:
—
¿Por qué eligió el del abogado?
—
Ya que puedo elegir un corazón –dijo el viejecito–, medité y elegí uno que no
se haya usado nunca.”
1.
http://vidaok.com/pensamientos-para-reflexionar/
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