Las
frases del Filósofo de Güémez, tienen la simplicidad de la cotidianidad,
revelan la frivolidad de lo serio y la seriedad de lo frívolo, permitiendo ver
lo que muchos no perciben: ser conscientes de la relatividad de la vida,
revelándonos esa sutil lógica que va entre lo serio de lo obvio y lo obvio de
lo serio.
Si
usted pregunta al Filósofo ¿Quién es? quizá no sepa responder, pero si le
pregunta a las frases del Filósofo, ellas hablarán por mí y dirán que soy un
campesino que se goza en el buen sentido del humor, que es cosa seria, será
porque se requiere ser muy sabio para saber reír con los problemas y encontrar
su humana solución.
El
humor del Filósofo se goza en la aparente ingenuidad que parte de una simulada
buena fe, de un pretendido humor involuntario que busca no agraviar sino
agradar. Recientemente, un pela’o me dijo que debería cambiar algunas frases
del Filósofo de Güémez, porque suenan
altisonantes.
De
ninguna manera puedo cambiar la frase: El que se chingo… ¡se chingo!, por una
frase que diga: “El que en la vida no la ha hecho… no la ha hecho”, porque
alteraría el sentido popular de la fraseología del campesino de Güémez, además
de que carecería de interés y autenticidad, perdería la esencia misma de las
frases del Filósofo que son: la simplicidad, la ingenuidad, la picardía, el
perogrullo, el sentido común y la obviedad.
Hay
académicos que quisieran cambiar la fraseología popular por frases doctas como:
“Habla
con los pelos de la burra en la mano” Por: “Parla con los bellos del pollino en
la diestra”
“Más
vale pájaro en mano, que ciento volando” Por: “Más vale plumífero volador en
fosa metacarpiana que segunda potencia de diez pululando por el espacio”
El
Filósofo está lleno de ingenuidad provinciana, de una pretendida buena fe
rural, de amor a la vida, de gratitud con el Señor y de un excepcional sentido
de OBVIEDAD. ¡Sí!, de esa OBVIEDAD que el mexicano tiene a flor de piel.
Vemos
a una mujer con el abdomen abultado, caminando con lentitud y le preguntamos: —
¿Estás embarazada?
Voltea
y nos dice: — ¿Po’s qué crees que me hicieron mal los tacos?
Llega
un pela’o con el técnico en televisiones cargando penosamente y con dificultad
una de Tv de 90 pulgadas, éste lo ve y le pregunta: — ¿Está descompuesta? — ¿A
poco crees que la ando paseando?
Vas
por la calle y quien viene frente a ti se tropieza y cae estrepitosamente al
piso, te paras y le preguntas:
—
¿Te caíste? — ¡No! –responde doliéndose del madrazo– es la forma en que beso a
la madre Tierra.
Cuando
llegan a una casa y tocan el timbre, preguntan: — ¿Quién es? — ¡Soy yo!
Hace
unos días viajaba en avión a dar una conferencia a Chetumal, a medio vuelo me
paro para ir al baño y me encuentro con un viejo amigo, se levanta y
abrazándome, me pregunta:
—
¿Para dónde vas? —Pues, ¿pa’ dónde va el avión ‘abrón?
La
ocasión pasada, antes de participar como ponente en un congreso internacional,
llamé a la oficina de la organizadora, amablemente me contestó su secretaria diciendo
que no se encontraba en ese momento:
—Señorita
–le dije– me interesa mucho hablar con
su jefa, ¿me puede proporcionar su número celular?
—
¡Claro! tome nota –amablemente me dijo, dictándome el número– llámele, aquí
dejó su celular… ¡pero usted llámele!
Una
dama hablaba con su amiga: — ¿Sabes desde cuándo no voy a Xalapa? — ¡No! — ¡Pues
desde la última vez!
Cuando
pierdes las llaves, no falta el que pregunta: — ¿Pos ‘ónde las dejaste? —Si
supiera, no estaría buscándolas.
Cuando
en domingo a las 3 de la mañana, timbra el teléfono en tu casa, al contestar te
preguntan:
—
¿Te desperté? — ¡No…! ¡Estaba esperando tu llamada, ‘abrón!
Igual
sucedió cuando en el gobierno foxista hubo una tremenda sequía en mi tierra
–era de tal proporción que las vacas daban la leche en polvo–, vino el
secretario de Agricultura del gobierno Federal, y después de que en una reunión
de trabajo, agricultores, campesinos, ganaderos y citricultores le habían
expuesto el daño causado en su economía, éste con una sabiduría que el mismo Salomón envidiaría, dijo en su
discurso:
—En
Tamaulipas no hay sequía… ¡lo que pasa es que no ha llovido!
Con
eso y más se dará usted cuenta, querido lector, que pa’ este Filósofo resulta
harto fácil estar pleno de obviedad en mi trabajo, lleno de anécdotas, frases e
historias que gozan del buen sentido del humor.
Resulta
que “el Filósofo llega a la tortillería, para su sorpresa ve mucha gente en la
cola, se dirige al despachador y le dice: — ¿Tienes masa?... pa’ ponerme en la
cola.
—
Si hay masa, págala… ¡Y PÓNTELA ‘ONDE QUIERAS!”
filosofo2006@prodigy.net
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